“Me habían formado para pensar que la Guerra era la gran unificadora, que juntaba a la gente más que cualquier otra actividad en el planeta. Patrañas. La Guerra es la gran creadora de solipsistas: ¿cómo vas a salvar mi vida hoy? Muriendo sería una forma. Si mueres, aumentan las probabilidades de que yo no lo haga”. Hago una traducción libre a esta frase del protagonista de The Yellow Birds, aunque la editorial Sexto Piso ya tradujo la novela de Kevin Powers al español.
Los soldados rasos Bartle y Murph están destinados a Al Tafar, Irak, cerca de la frontera con Siria. Comen con sus familiares por última vez en la base militar donde se habían entrenado los meses anteriores a su partida. La madre de Murph le hace prometer a Bartle que cuidará de su hijo y que lo traerá de vuelta a casa.
Pero la guerra les guarda una desgracia que se intuye desde el principio pero no se desvela hasta muy avanzada la novela. Entre capítulo y capítulo, la voz del soldado Bartle, narrador de la historia, salta de Al Tafar a Richmond, Virginia, en una mezcla de tiempos que mantiene la tensión de principio a fin y que permite comprender mejor el proceso que lleva a dos adolescentes a una guerra como la de Irak.
“Habíamos tenido vidas pequeñas, pobladas por un anhelo de algo más sustancial que caminos de tierra y sueños pequeños. Así habíamos venido aquí, donde la vida no necesitaba ninguna elaboración y otros nos dirían quiénes ser”, dice Bartle.
“Mirando atrás desde donde estoy, con casi treinta años, lo bastante mayor, puedo verme a mí mismo como lo que era. Apenas un hombre. No un hombre. La vida estaba en mí, pero salpicaba como en el fondo de un cuenco casi vacío”, dice el soldado al describir el primer encuentro con su superior, el Sargento Sterling.
En Al Tafar ocurre algo que impedirá cumplir la promesa que se adivinaba absurda desde el principio porque la guerra no se rige por las mismas normas que una vida tranquila en el Midwest de Estados Unidos. Las desgracias dejan marcas en este soldado que no soporta, ya de vuelta en Virginia, el silencio del que se adueñan los sonidos de los disparos, los gritos y las imágenes que no se borran de sus párpados cuando cierra los ojos. Su casa ha dejado de ser su hogar. Se alcoholiza y no tiene fuerzas para recuperar la vida social a la que renunció al enlistarse, en un acto de rebeldía contra su vida tranquila y acomodada.
En una entrevista en televisión, Powers, ex soldado que sirvió en Irak entre 2004 y 2005, habla de las dificultades al volver de la guerra, como lo han hecho otras novelas y películas sobre enfrentamientos bélicos. Dice que, en la guerra, todo resulta muy sencillo para el soldado, pues tiene claro lo que se espera de él, además de una clara línea de comando, una rutina y unas funciones definidas. Al desaparecer todo eso a la vuelta, tiene que rellenar largas horas de silencio externo, aunque por dentro está la ebullición de la barbarie vivida.
La fuerza para describir la brutalidad de la guerra y la vuelta a casa para enfrentarse a sus recuerdos convirtieron Los pájaros amarillos en uno de los principales éxitos editoriales en Estados Unidos en 2012. La experiencia de Powers en Irak le da aún mayor credibilidad y autoridad a una novela que sigue el estilo de la literatura norteamericana: precisión, frases cortas y verbos cargados de fuerza, aunque en muchas partes se deja llevar por el flujo de conciencia de su protagonista.
Kevin Powers nació y creció en Richmond, Virginia. Estudió en Virginia Commonwealth University y obtuvo una Maestría (Master of Fine Arts) de la Universidad de Texas, donde estudió poesía. La calidad de Los pájaros amarillos, su primer libro y novela, crea expectación sobre el libro de poesía que ya prepara, junto con una segunda novela que, según avanzaba en la entrevista, no trata sobre sus experiencias en la guerra.
Carlos Miguélez Monroy
Periodista
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