Fue en Italia 1990 cuando comenzó a brillar la luz de Roberto Baggio. En su segundo partido marcó un memorable gol para vencer a Checoslovaquia.
Recibe Gianluca Vialli un pase que se abría hacia fuera y, aún con la presión del defensa austriaco es capaz de girar y poner un centro perfecto para que la estrella de Italia en aquel mundial, Toto Schillaci, remate de cabeza para el único gol del partido.
Como mi padre estaba de viaje, mi madre nos llevó después del partido al restaurante donde comíamos casi todos los sábados, con vistas a un campo verde, lleno de árboles. Durante toda la comida, mi hermano comparó el estilo de juego de nuestro padre con el de Vialli, que puso ese gran centro. Yo, niño de menos de nueve años de edad, no me había dado cuenta, pero aumentaban las ganas de volver a ver jugar a mi padre para comprobarlo. Acababa de descubrir lo que era un buen centro para que alguien rematara de cabeza.
Fue en ese mundial de Italia 1990 cuando comenzó a brillar la luz de Roberto Baggio, uno de mis jugadores favoritos de toda la historia. En su segundo partido marcó un memorable gol para vencer a Checoslovaquia (Chequia y Eslovaquia eran un mismo país).
En su tercer partido sudaron la camiseta para ganarle con gol de Giannini 1-0 a Estados Unidos, que llevaba a jugadores como Tony Meola, Tab Ramos y Eric Wynalda.
En octavos y en cuartos vencieron a Uruguay y a Irlanda respectivamente. Pero el sueño se acabó en Roma, en tanda de penalties, contra la Argentina de Maradona, que se había arrastrado durante todo el torneo para llegar hasta esa semifinal. Los argentinos se habían encomendado al portero Goycoechea, un genio de las tandas de los penalties, para vencer en cuartos de final a Yugoslavia, una de las sorpresas del torneo. En octavos habían vencido a Brasil en aquel partido que desde entonces ha suscitado polémica por el agua con relajante muscular que posiblemente les dieron los jugadores argentinos a algunos brasileños. Así fue como Se coló Argentina a su segunda final consecutiva, que perdió contra Alemania por un penalty injusto que señaló el árbitro Edgardo Codesal y que transformó Andreas Brehme.
Carlos Miguélez Monroy
Periodista