Comparto las frases que más me impactaron de La muerte del padre, el primer tomo de seis que componen Mi lucha, una colosal obra autobiográfica de Karl Ove Knausgard. Utilizaré este material para escribir sobre estos tres primeros tomos en los próximos días.
Estoy en proceso de preparar un texto sobre La muerte del padre , Un hombre enamorado, e Infancia, los tres primeros tomos de seis en total que abarcan Mi lucha, la obra autobiográfica de Karl Ove Knausgard y los únicos que han sido traducidos al español. Este escritor noruego se ha puesto de moda no sólo por esa mirada intensa que te mira desde la portada de Un hombre enamorado, sino también por la honestidad con la que habla de su vida en relación a temas trascendentales relacionados con la trayectoria vital de cualquier persona: la paternidad, la maternidad, la vida de pareja, la ruptura que se produce en la relación de algunos hijos con sus padres, la hipocresía de quienes se consideran “progresistas” y que se conducen con un buenismo ciego y sin espíritu crítico. En su recorrido hacia los espacios físicos que le recuerdan su pasado, sobre todo su infancia, abre ventanas a la música y a la literatura, lo que enriquece la prosa del escritor noruego. Hace unos días comencé Infancia, la tercera parte, traducida sólo al inglés. Leer a Knausgard es tomar un viaje de regreso a la propia infancia.
Sé que son muchas y larguísimas muchas de estas frases que comparto; están ahí para quien pueda servirse de ellas.
Carlos Miguélez Monroy
Periodista
La muerte del padre
47
“Hago por la familia lo que tengo que hacer, es mi deber. Lo único que me ha enseñado la vida es a soportarla, nunca a cuestionarla, y a quemar en la escritura los deseos generados”.
“Se me saltan las lágrimas cuando veo una hermosa pintura, pero no cuando miro a mis hijos. Eso no significa que no los quiera, porque sí los quiero, con todo mi corazón, sólo significa que el sentido que proporcionan no puede llenar una vida. Al menos no la mía”.
61
“No quería herirle, no quería que pensara que la comida era un fracaso, o que tuviera una relación fracasada con su hijo, de modo que estuve pensando un buen rato en algo que decir. Pero no se me ocurría nada”.
183
“¿A quién le importa la política cuando hay llamas ardiendo en su interior? ¿A quién le importa la política cuando uno arde de ganas de vivir? ¿De todo lo que está vivo? A mí por lo menos no”.
194
“Entonces, en ese instante, yo no era nadie. Estaba aniquilado. Yo, con todas esas notas que le escribía, con todas mis conversaciones con ella, con todas mis expectativas simples y gamas infantiles, no era nadie, un grito en un patio de recreo, una piedra en un montón de piedras, los pitidos de un coche”.
207
“Así pues, ¿no debería estar contento al ver a mi padre pasarse del lado de los “suaves”? No, porque yo despreciaba la expresión externa de lo suave, es decir, las gafas redondas, los pantalones de pana, los zapatos anchos, los jerséis tenidos a mano, porque aparte de los ideales políticos, yo también tenía otros ideales, relacionados con la música, en donde trataba de tener un buen aspecto, parecer cool, lo que a su vez estaba muy relacionado con le época en la que vivíamos, ésa era la parte que había que expresar, pero no la parte relacionada con las listas de éxitos, los colores pastel o la gomina del pelo, porque todo eso tenía que ver con ventas, con superficialidad u ocio, no, lo que había que expresar era la música innovadora, y sin embargo consciente de la tradición, de sentimientos profundos, pero astuta, inteligente, pero sencilla, consciente, pero auténtica, la música que no iba dirigida a todo el mundo, que no vendía mucho, pero que a pesar de todo expresaba los sentimientos de una generación, mi generación”.
219
“Aparte de unos sucesos sueltos sobre los que Yngve y yo habíamos hablado tan a menudo que habían adquirido dimensiones casi bíblicas, apenas recordaba nada de mi infancia. Es decir, apenas recordaba ninguno de los sucesos de ella. Pero sí me acordaba de los lugares en los que ocurrieron. Todos los sitios donde había estado, todas las estancias, de eso sí me acordaba. Pero no de lo que sucedió en ellas”.
221
“Cuando se sabe demasiado poco es como si ese poco no existiese. Pero también cuando se saben demasiadas cosas es como si estas cosas no existiesen. Escribir es sacar de las sombras lo que sabemos. De eso se trata escribir”.
226
“Llevaba varios años intentando escribir sobre mi padre, aunque sin lograrlo, seguramente porque se encontraba demasiado cerca de mi vida, y por eso no se dejaba introducir de una forma distinta, lo que es en sí la condición de la literatura. Es su única ley; todo tiene que someterse a la forma […]. Los escritores con un estilo fuerte escriben a menudo libros flojos. También por esa razón los escritores con una temática fuerte escriben tan a menudo libros flojos. La fuerza de la temática y del estilo ha de ser abatida antes de que pueda surgir la literatura. Es esta desintegración lo que llamamos “escribir”. Escribir trata más de destruir que de crear. Nadie lo sabía mejor que Rimbaud”.
232
“Era como si en el sueño no hubiese crecido, sino que siguiera siendo un niño, rodeado por las mismas personas y los mismos lugares que en la infancia. Y aunque los sucesos en los sueños fueran nuevos cada noche, el sentimiento del que me llenaban era siempre el mismo. Siempre la sensación de humillación”.
233
“[…] todavía podía recordar, lo que ocurría era que los recuerdos ya no despertaban nada en mí. Ninguna añoranza, ningún deseo de volver, nada. Sólo el propio recuerdo, y una especie de aversión casi imperceptible ante todo lo que tenía que ver con él”.
“La nostalgia no sólo es desvergonzada, también es traicionera. ¿Qué provecho puede sacar un joven de veinte años de la añoranza de su propia infancia? ¿De su propia adolescencia? Parece una enfermedad.
240
“[…] la noche estaba de una u otra forma relacionada con la libertad. No en sí, sino en su contraste con la realidad cotidiana de nueve a cuatro, que yo y algunos considerábamos burguesa y conformista. Queríamos ser libres, ergo estábamos levantados por la noche. El que siguiera con eso tenía menos que ver con la libertad que con una creciente necesidad de estar solo”.
262
“El agente funerario estaba esperándonos en la sala de fuera. Dejé la puerta abierta detrás de mí. Aunque sabía que era irracional, no quería que mi padre se quedara solo ahí dentro”.
269
“Taxis, me encantaban los taxis. No los que me llevaban a casa cuando estaba borracho, sino los que me transportaban a aeropuertos o estaciones de tren. No había nada mejor que ir sentado en un asiento trasero de un taxi y ser transportado a través de ciudades y suburbios, alejándose”.
283 – 284
“En el coche camino de casa mi padre me dijo que nunca en su vida se había sentido tan avergonzado y que nunca más participaría en ninguna de mis clausuras del año escolar. Cumplió su promesa”.
“Tampoco presenció nunca ninguno de los innumerables partidos de fútbol que jugué en mi infancia, nunca se encontraba entre los padres que nos llevaban a los partidos en campo contrario […]. Aunque sí me vio jugar una vez”.
“En el coche camino de casa lo comentó. Ahí tuviste una gran oportunidad, dijo. No pensé que fueras a fallarla. Pues no, contesté, pero ganamos de todos modos. ¿Por cuánto?, preguntó. Dos-uno, contesté, echándole una breve mirada, porque quería que preguntara quién había marcado los dos goles. Por suerte lo hizo. ¿Marcaste tú?, preguntó. Sí, respondí. Los dos”.
288
“Pero me gustaba, siempre me había gustado pasar la noche en casa de otras familias, tener una cama hecha, llena de cosas desconocidas, toallas amablemente colocadas, y luego introducirme en la vida privada de esa familia, a pesar de que siempre, independientemente de qué familia se tratara, había en ella algo desagradable, porque aunque cuando hay huéspedes se intenta mantener a raya las tensiones que pueda haber, éstas se perciben siempre, y no puedes saber si han surgido debido a tu presencia, o si es algo que simplemente flota en el aire, y tu presencia, al contrario, contribuye a disminuir. Una tercera posibilidad era, claro está, que todas esas tensiones simplemente fueran “tensiones” que vivían su vida en mi cabeza”.
308
“A menudo me sentía falso o mentiroso, ya que nunca jugaba con las cartas sobre la mesa, sino que siempre actuaba con premeditación. Ya no me importaba nada, todo eso se había convertido en mi vida, pero justo en ese momento, al empezar un largo viaje en coche, habiendo muerto mi padre y todo, me di cuenta de que deseaba librarme de mí mismo, o de eso que tanto me vigilaba dentro de mí”.
351
“Mi padre había hablado en varias ocasiones del suicidio, pero siempre en general, como un simple tema de conversación. Opinaba que las estadísticas de suicidios mentían, y que muchos de los accidentes de coches con conductores solitarios, por no decir casi todos, eran suicidios camuflados”.
364
“Pensando que todo lo que allí se había destrozado sería ahora reparado. Todo. Todo. Y que yo jamás, bajo ninguna circunstancia, acabaría como él había acabado”.
“No había ninguna sábana sobre el colchón de su cama, se tumbaba encima de esa superficie áspera e impregnada de meados. Junto a la cama había una especie de silla letrina con un cubo debajo. Por todas partes había ropa tirada. En la ventana un montón de plantas marchitas. El hedor a amoniaco escocía en la nariz. Qué puta mierda. Qué jodida puta mierda”.
372
“Pero aparte de un par de comentarios, nadie se dio cuenta, ya que yo era una persona de la que nadie se daba cuenta”.
375
“Que la época de estudiante universitario, ese período de la vida tan elogiado y tan comentado, en el que uno siempre pensaba luego con agrado, no era para mí más que una sucesión de días desconsolados, solitarios e imperfectos”.
“Demasiada voluntad, demasiada poca esperanza”.
387
“Allí, en el patio, mirando el suelo mientras él leía, pensé que aquél era un momento grande y privilegiado, pero tampoco ese pensamiento pudo asentarse en mí, porque el momento poseído por el poema leído por su creador era mucho más grande que nosotros, pertenecía a lo que no tiene fin, ¿y cómo podíamos nosotros, tan jóvenes y no más sabios que tres gorriones, recibir aquello? No podíamos, al menos yo me retorcía un poco mientras él leía. Era casi insoportable. Un chiste hubiera estado bien, para al menos dar cierta forma a la cotidianidad en la que estábamos sumidos. Ay, tanta belleza, ¿cómo manejarla? ¿Cómo afrontarla?”
412
“Las casas en las que vivíamos seguían todas allí. La única diferencia, que es la diferencia entre la realidad de los niños y la de los adultos, era que ya no estaban cargadas de significado. Un par de zapatillas de fútbol Le Coque no era más que un par de zapatillas de fútbol. Si notaba algo al tener un par de esas zapatillas en la mano, no era más que un eco de la infancia, nada más, nada en sí mismo”.
426
“Él fue su primer hijo.
No era de recibo que los hijos muriesen antes que los padres. En absoluto.
Y en mi caso, ¿quién había sido mi padre para mí?
Alguien cuya muerte había deseado.
Entonces, ¿por qué todas esas lágrimas?”
441
“Como lo que uno ve siempre es lo que nunca ve, vivíamos nuestras vidas bajo un cielo cambiante sin dedicarle ni un pensamiento, ni una mirada […] Pero no era así, las distintas formas y luz de las nubes no significaban nada, su aspecto en cada momento se debía exclusivamente a la casualidad, de manera que lo que representaban realmente las nubes era la falta de sentido en su forma más pura y perfecta”.
445
“Ese líquido transparente que sabía tan fuerte, incluso mezclado con zumo de naranja, cambió las condiciones de nuestra presencia, eliminando de la conciencia lo que acababa de ocurrir, y abriendo paso a los que solíamos ser, a lo que solíamos pensar, como iluminados desde abajo, porque lo que éramos y lo que pensábamos brillaba de repente con resplandor y calor, y no había ya nada que nos impidiera nada”.
453
“Me encantaba, me encantaba esa sensación, era mi mejor sensación, pero nunca traía nada bueno, y al día siguiente, o los días siguientes, estaba tan estrechamente relacionado con lo desmesurado como la estupidez, lo que odiaba con toda mi alma”.
495
“Al día siguiente lo vería todo de otra manera. El día siempre llegaba con algo más que luz. Independientemente de lo deprimido que uno pudiera sentirse, era imposible permanecer totalmente indiferente ante lo que un nuevo día traía de comienzos”.