Como hice con La muerte del padre, destaco aquí las frases que más me impactaron de Un hombre enamorado, del escritor noruego Karl Ove Knausgard.
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“Qué estúpido país de idiotas era aquél. Todas las mujeres jóvenes bebían tanta agua que les salía por las orejas, pensaban que era ‘útil’ y ‘refrescante’, pero lo que hacían era disparar la curva de jóvenes incontinentes del país. Los niños comían pasta integral, pan integral y toda clase de extrañas clases de arroz integral que sus estómagos no llegaban a digerir del todo, pero eso no importaba, porque era ‘útil’, ‘refrescante’ y ‘sano’. Ah, confundían comida con espíritu, creían que podían llegar a ser mejores personas comiendo, sin entender que una cosa es la comida y otra la idea que despierta. Si lo decías, si decías algo semejante a eso, eras un reaccionario o sólo un noruego, es decir, una persona que tiene un retraso de diez años en relación con ellos”.
49
“Durante toda mi vida de adulto he mantenido a distancia a los demás, ha sido mi manera de apañármelas, desde luego debido a que me acerco tanto a la gente en el pensamiento y con los sentimientos que basta con que desvíen la mirada un instante para que una tormenta estalle en mi interior”.
54
“Me encontré con mi propia mirada en el espejo; era una mirada tremendamente oscura, dentro de una cara congelada en una frustración tan grande que casi me estremecí al verla”.
59
“Nunca había visto esa luz que la llenó. Toda ella brillaba de alegría. Yo sabía que ni Linda ni yo lograríamos decir jamás algo que la hiciera reaccionar de esa forma, y entendí, con la claridad de la comprensión repentina, que ella no era nuestra. Que su vida era total y enteramente de ella”.
76
“Cuando estaba con otras personas, me sentía atado a ellas, la proximidad que experimentaba con ellas era inaudita, la identificación con ellas grande. Tan grande que su bienestar siempre era más importante que el mío propio […] Pero en el momento en que me quedaba solo, los otros ya no significaban nada para mí […] Lo que me ataba era la situación social, no las personas que se encontraban dentro de ella”.
77
“La vida diaria con sus obligaciones y rutinas era algo que soportaba, no algo que me hiciera feliz, nada que tuviera sentido. No se trataba de falta de ganas de fregar suelos o cambiar pañales, sino de algo más fundamental, de que no era capaz de sentir el valor de lo cercano, sino que siempre añoraba estar en otro sitio, siempre deseaba alejarme de lo cotidiano, y siempre lo había hecho. De manera que la vida que vivía no era la mía propia. Intentaba convertirla en mi vida, ésa era la lucha que libraba, porque quería, pero no lo conseguía, la añoranza de algo diferente minaba por completo todo lo que hacía”.
“¿O el desprecio que yo sentía se basaba en esa igualdad que se expandía por el mundo, empequeñeciéndolo todo?”
79
“En cualquier caso, no podemos ir hacia atrás, todo lo que hacemos es irreparable, y si uno mira hacia atrás, no es la vida lo que ve, sino la muerte. Y el que cree que la naturaleza de su propia época es lo que le causa la inadaptabilidad, es un megalómano, o simplemente un estúpido, en ambos casos carente de autoconocimiento. Yo aborrecía muchas cosas de mi época, pero la pérdida de sentido no se debía a ella, porque no había sido constante […] Ese estado duró medio año, medio año durante el que fui absolutamente feliz, me sentí absolutamente presente en el mundo y en mí mismo […] Si el enamoramiento había sido salvaje e imprudente, inundado de vida y embriaguez, aquello era delicado y atenuado, lleno de atención infinita hacia lo que estaba sucediendo”.
83
“Lo que antes había sucedido en el espacio privado era ahora inyectado en el público. Por todas partes se podía leer sobre contracciones, cesáreas y amamantamiento, ropa de bebés, carros de bebés y consejos de vacaciones para familias con niños pequeños, y se publicaban libros escritos por padres que cuidaban de los niños en casa o madres amargadas, agotadas de tanto trabajar y tener niños a la vez. Lo que antes era algo normal, de lo que no se hablaba tanto, es decir, los hijos, se colocaba ahora en la parte principal de la existencia”.
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“Pero para mí lo positivo de vivir en una gran ciudad era poder estar completamente solo en ella, a la vez de estar rodeado de gente por todas partes. ¡Todos con caras que jamás había visto! Esa incesante corriente de nuevos rostros, poder bañarme en ella, era para mí el gran placer de la gran ciudad […] Distancia, distancia, nunca podría tener suficiente distancia”.
99
“Podría decirse mucho sobre la imagen que uno tiene de sí mismo, pero lo que sí es seguro es que no se ha forjado en las templadas salas de la razón. […] La Imagen de uno mismo no trataba sólo de quién era uno, sino también de quién quería ser, podía ser, había sido. […] Lo de andar por la ciudad con carro y niña, dedicando mis días al cuidado de mi hija, no aportaba nada a mi vida, no la enriquecía, al contrario, en esa vida se perdía algo, una parte de mi yo, la que tenía que ver con mi masculinidad. Esto no me quedó claro gracias a los pensamientos, porque los pensamientos sabían que lo hacía por una buena razón, es decir, que Linda y yo fuéramos iguales en la relación con nuestros hijos, sino con los sentimientos, que me llenaban de desesperación cuando de esa manera me metía a presión en un molde tan pequeño y tan cercano que ya no podía moverme. La cuestión era qué parámetros debían regir”.
141
“Como siempre ocurre con los libros que hacen época pusieron palabras a lo que antes habían sido intuiciones, percepciones, sentimientos”.
165
“La que estaba más cerca giró la cabeza y su mirada volvió a cruzarse con la mía. No para regalarme nada, no era una mirada abierta, sino para constatar que yo la veía. Y sin embargo esa mirada abrió algo. Una ráfaga de felicidad. Luego, cuando me acerqué al mostrador a pagar, llegó el trueno de la conciencia. Tenía treinta y tres años. ¿Por qué seguía pensando como cuando tenía veinte?”
168
“Toda esa belleza del mundo, que debería ser insoportable, me era indiferente. Mis amigos me eran indiferentes. Mi vida me era indiferente. Así me sentía y así llevaba tanto tiempo que ya no podía soportarlo y había decidido hacer algo para cambiarlo. Quería volver a ser feliz. Sonaba estúpido, no se lo podía decir a nadie, pero así era”.
171
“Como es sabido, hace unos años soltaron a todos los pacientes psiquiátricos de este país. Se les puede ver andando por todas partes murmurando y gritando un poco. Por lo demás, lo han organizado de tal manera que los pobres vivan en determinadas áreas, los acomodados en determinadas áreas, los que se ocupan de la cultura en determinadas áreas, los inmigrantes en determinadas áreas”.
172
“En este país uno se identifica con su trabajo. No es un papel del que simplemente puedes entrar o salir. No hay ningún resquicio en ese papel, no hay ninguna rendija por la que puedas sacar la cabeza y decir: ‘aquí está el verdadero yo’”.
182
“La inseguridad llegaba hasta el núcleo, hasta aquello que tenía que ver quién era yo”.
228
“El alcohol no me había hecho ascender, como solía hacer, hasta ese estado de ánimo en el que todo estaba bien y nada me podía prohibir nada, sino que me hizo descender al pozo de mi mente donde nada de lo que tenía dentro lograba abrirse paso. Lo único que ocurrió fue que todo se volvía cada vez más nublado y confuso”.
236
“Una vez dentro me detuve y volví a salir a la calle, para verla por última vez.
Bajaba la cuesta consigo misma. La amaba.
¿Qué demonios era aquello que dolía tanto?”
251
“Las interminables noches de verano, tan luminosas y abiertas, […] empezaron lenta e imperceptiblemente a oscurecerse, como si el cielo se pegara a la tierra, lo ligero y lo efímero tenían cada vez menos margen de maniobra, algo empezó a llenarlo y a mantenerlo aplastado, hasta que la noche por fin se quedó quieta, una pared de oscuridad que descendía por la tarde y se levantaba por la mañana, y de repente resultó imposible imaginarse la ligera noche de verano que se lanzaba de un lado para otro, como un sueño que en vano intentas recuperar al despertarte por la mañana”.
256
“Si de verdad me amas, tendrás que dirigirte a mí sin exigencias, pensaba, pero no lo decía, quería que se diera cuenta por sí misma”.
260
“En esas cuestiones, las que no tienen que ver con filosofía, literatura, arte o política, sino que sólo tratan de la vida, tal y como se vive, dentro y alrededor de mí, no pienso nunca. Siento, y los sentimientos deciden mis actos”.
263
“Cuando estaba enfadada, ésa era la única presencia dentro de mí […] Esas desviaciones hacia delante y hacia atrás, cuando no había nada firme y en cualquier momento se podían esperar estallidos en una u otra dirección, con la posterior reconciliación y avenencia, ocurrían continuamente, no había pausa, y la sensación de soledad estando con ella era cada vez más fuerte”.
265
“Yo tenía dentro de mí dos grupos de sentimientos hacia ella. Uno decía: tienes que marcharte, ella quiere apoderarse de todo lo que eres, vas a perder por completo tu libertad, vas a dedicarle todo tu tiempo, ¿qué va a pasar con todo lo que tú aprecias, con tu independencia y tu escritura? El otro decía: la amas, ella te da algo que ninguna otra persona puede darte, y sabe quién eres. Exactamente quién eres. Los dos grupos eran correctos, pero inconmensurables, uno excluía al otro y viceversa”.
269
“En Estocolmo, poco más de medio año después, todo era diferente. Mi alma estaba llena de resentimiento, la relación era tan claustrofóbica y oscura que deseaba dejarla pero no podía porque era demasiado débil, pensaba en ella, me daba pena, sin mí se derrumbaría, yo era demasiado débil, la amaba”.
285
“A mí me caían bien los dos, por no decir los tres, pero así había sido siempre mi vida, existían gruesos muros entre las distintas partes, y yo me comportaba siempre de un modo tan diferente dentro de cada una de ellos que me sentía descubierto cuando las partes se unían y yo era incapaz de comportarme únicamente de un modo o del otro […] y ese carácter mío, en un principio complaciente, al menos a mis ojos, era lo que al mismo tiempo conllevaba siempre una sensación de hipocresía”.
289
“Yo caminaba a su lado, ardiendo de vergüenza porque la gente nos miraba, ardiendo de culpabilidad porque había bebido, ardiendo de miedo porque me atacaba directamente a mí y a lo que yo era, con su tremenda rabia. Era humillante […]. De repente, de pie en medio de la habitación, todo se me abrió por dentro. La defensa se derrumbó. No tenía nada con qué resistir. Me eché a llorar. Ese llanto con el que pierdo por completo el control y todo se retuerce hasta lo grotesco”.
302
“Podía estar con ella, hacer el amor con ella, charlar con ella, dar paseos con ella, pero no sentir como ella o hacer como ella”.
304
“Odiaba ir en contra de mi naturaleza para satisfacer la de ella”.
306
“Al mismo tiempo entendía lo que estaba sucediendo, los ataques de ira que habían empezado a irrumpir en nuestra vida el primer otoño tenían que ver con lo que había desaparecido de nuestra relación, Linda tenía miedo de perder el resto, intentaba atarme, y el que yo aborreciera las ataduras hacía aumentar la distancia, que era justamente lo que ella temía”.
“[…] adquirió ese rasgo hostil que a veces me llevaba al borde de la locura, no cuando me perjudicaba sólo a mí[…].
307
“La familia y los amigos de Linda nos visitaban mil veces más que los míos, era una relación de uno a mil y, sin embargo, aunque la desproporción era tremenda, ella no quería verlo, no tenía fuerzas, miraba hacia otro lado. ¿Por qué? Porque actuaba basándose en sus sentimientos. Pero los sentimientos están ahí para ser reprimidos”.
332
“Hay un tipo de personas que por regla general dicen lo que opinan, sin adaptarlo a la situación en la que se encuentran, pero son raras, yo sólo me he encontrado a un par, y lo que ocurre con ellas es que todas las situaciones sociales en las que participan se vuelven demasiado tensas. […] Ese malestar social que yo mismo era capaz de despertar se debía a lo contrario: yo siempre dejaba que la situación decidiera, bien guardando silencio, bien haciéndole la pelota a todo el mundo. Decir lo que crees que la gente quiere escuchar es una manera de mentir. Por lo tanto, sólo había una diferencia de grado entre la práctica social de Anders y la mía propia. Aunque la suya desgastaba la confianza y la mía la integridad, el resultado era en el fondo el mismo: un lento ahuecamiento del alma”.
345
“Yo siempre quería complacer a todo el mundo, pero a veces se daba en una situación en la que tenía que elegir y actuar, y entonces me entraban todos los males, era de lo peor que me podía pasar”.
373
“Pero los suecos se esforzaban, eran muy cuidadosos con su vida y despreciaban a todos los que no lo eran. ¡Ah, como odiaba a ese pequeño país de mierda! ¡Y qué satisfechos estaban de sí mismos! Todo lo que era como en Suecia era normal, todo lo diferente anormal. ¡A la vez que abrazaban todo lo que fuera multicultural o tuviera que ver con minorías!”
379
“De repente mis sentimientos estaban a flor de piel, y por un instante se me humedecieron los ojos. En ese momento reparé en lo poco que sentía habitualmente y en lo entumecido que estaba. Cuando tenía dieciocho años estaba todo el tiempo repleto de sentimientos, el mundo parecía más intenso y por eso quería escribir, por esa única razón, quería tocar todo aquello que tocaba la música”.
380
“¿Qué escribía Rilke? ¿Qué la música lo sacaba de él mismo y que nunca lo volvía a dejar donde lo había encontrado, sino en un lugar más profundo, en algún lugar de lo inacabado?”
394
“Cuando veíamos una buena película, removía algo en nosotros, ponía algo en movimiento, porque así es, el mundo es siempre el mismo, lo que cambia es la manera de contemplarlo”.
404
“Estar presente, hacer lo que tenía que hacer. En mi vida eso era lo único a lo que me podía aferrar, mi único punto inamovible, estaba grabado a fuego”.
“Los hijos eran vida, ¿y quién iba a darle la espalda a la vida? Y escribir, ¿qué otra cosa era que muerte? Las letras, ¿qué eran sino huesos para un cementerio?”
405
“La primera vez que la sacamos fue al tercer día, íbamos a llevarla a la revisión médica, y nos comportamos como si fuéramos a transportar una bomba”.
410
“Además, yo no necesitaba ninguna confidencia suya para entender que llevaba una vida que no deseaba vivir. Así que cuando dijo que se separaba me alegré por él. Al mismo tiempo no pude evitar pensar en mi padre, que había dejado a mi madre sólo unas semanas antes de cumplir cuarenta años. La coincidencia en la edad, que en este caso se ajustaba hasta en las semanas, no era ni de familia ni de genética, y la crisis de los cuarenta no era ningún mito: había empezado a alcanzar a gente de mi entorno, y pegaba con fuerza. Algunos estaban a punto de volverse locos de desesperación. ¿Desesperación por qué? Por tener más vida. A los cuarenta, por primera vez, la vida que uno vivía, siempre provisional, se había vuelto la propia vida, y esta coincidencia excluía todos los sueños e igualaba todas las ideas de que la vida real, aquella a la que uno estaba destinado, aquello grande que uno iba a acometer, estaba en otro lugar. A los cuarenta uno entendía que todo estaba allí, en lo pequeño y lo cotidiano, ya formado, y que siempre sería así, si uno no hacía algo. Apostar una última vez”.
432
“Quizá la herencia más clara de mi infancia era que las voces altas y las disputas me daban miedo. No había nada peor para mí que discusiones y escenas. Y durante mucho tiempo había conseguido evitarlas en mi vida de adulto. […]. Cuando Linda entró en mi vida, eso cambió. ¡Y cómo cambio! Y yo, yo tenía miedo. No era en absoluto un miedo racional […]. Yo tenía miedo cuando ella me atacaba. Tenía miedo como cuando era pequeño”.
469
“Me llené de una repentina sensación de felicidad. Era la luz sobre el campo, el frío en el aire, el silencio entre los árboles. Era la oscuridad que esperaba. Era una tarde de febrero que trasladó a mi interior su atmósfera y despertó en mí los recuerdos de todas las otras tardes de febrero que había vivido, o la resonancia de ellas, porque los recuerdos en sí habían muerto hacía tiempo. Esa atmósfera era tan rica y tan repleta porque la vida entera se concentraba en ella. Era como si hiciera un corte a través de los años; esa luz estaba grabada en mi interior como anillos. La sensación de felicidad se fue convirtiendo en una sensación de tristeza igual de intensa”.
475
“Yo lo sabía. Estaba completamente sola con Vanja durante el día, desde que yo me iba al despacho hasta que volvía a casa, se sentía sola y por eso esperaba estas dos semanas con una enorme ilusión. Unos días tranquilos con su pequeña familia. Yo, por mi parte, sólo pensaba con ilusión en el momento en el que cerrara la puerta detrás de mí y me encontrara solo para poder escribir”.
477
“Pero con Linda tenía la sensación de ser lanzado de vuelta a la época en la que mis sentimientos oscilaban entre la mayor alegría y la mayor rabia a la desesperación y aflicción sin fondo, a la época en la que vivía en una especie de serie de momentos decisivos y con una intensidad tan alta que la vida se me antojaba a veces insoportable, y no había nada que me pudiera aportar paz excepto los libros, con sus otros lugares, otros tiempos y otras personas, en las que yo no era nadie y nadie era yo”.
496
“Estábamos inmersos en lo arcaico, nada esencial en nosotros, en nuestros cuerpos o necesidades ha cambiado desde que el primer ser humano vio la luz en algún lugar de África hace cuarenta mil años o lo que sea desde que existió el Homo Sapiens. Pero nos imaginamos que era diferente, y tan poderosa era nuestra imaginación que no sólo lo creíamos, sino que también nos organizamos conforme a ello, y allí estábamos, emborrachándonos en nuestros cafés y oscuros clubs, bailando nuestros bailes, que seguramente eran aún más torpes que los que bailaban, digamos, hace veinte mil años a la luz de una hoguera en la costa mediterránea”.
“¿Cómo pudo siquiera surgir esa idea de que éramos modernos cuando la gente se desplomaba a nuestro alrededor, aquejada de enfermedades contra las que no había remedio? ¿Quién puede ser moderno con un tumor cancerígeno en el cerebro? ¿Cómo podíamos ser modernos sabiendo que pronto estaríamos pudriéndonos bajo tierra?”
“Cómo me gustaba beber. No hacía falta más que medio vaso de cerveza para que mi cerebro empezara a jugar con la idea de beber hasta las últimas consecuencias. Ponerme a beber y beber. ¿Pero debía hacerlo? No, no debía”.
510
Geir, amigo de Knausgard, en una conversación que relata: “¿Quién coño quiere tener una buena vida interior si no tiene una vida exterior? La gente sólo piensa en lo que la introversión puede proporcionarle de vida exterior y progreso”.
516
“Pero aunque yo le escuchaba intensamente y aunque pensé, joder, esto es fantástico, al día siguiente me había olvidado de todo. Es decir, sólo quedaba el marco. El que había tratado de su infancia, su padre y su familia. Y que había sido espectacular. Pero no recordaba en qué consistía lo espectacular. ¡Nada! ¡Cero!”
552
“Ibsen tenía razón. Todo lo que veía a mi alrededor lo confirmaba. Las relaciones estaban para borrar lo individual, atar la libertad, retener lo que quería emerger. […] Existimos para los demás. Pero esa era la idea que había creado la existencia tan sistematizada en la que vivíamos, en la que lo imprevisto había desaparecido por completo, y se podía pasar desde la guardería, el colegio y la universidad hasta la vida laboral como si fuera un túnel, convencido de que la elección que se había tomado era libre, mientras que en realidad te habían colado como granos de arena desde el primer día de colegio; algunos eran enviados a la vida laboral práctica, otros a la teórica, algunos a la cima, otros al fondo, mientras aprendíamos que todos éramos iguales. Esa idea era la que nos había hecho, al menos a mi generación, esperar cosas de la vida, vivir en la fe de que teníamos derecho a algo, verdadero derecho a algo, y echar la culpa a toda clase de circunstancias ajenas si las cosas no salían como pensábamos. Como por ejemplo enfurecerse con el estado al llegar el tsunami y no recibir ayuda inmediata. Qué patético era aquello. Amargarse cuando no conseguías el puesto que merecías. Y ese pensamiento era el que llevaba a que la caída ya no fuera una posibilidad más que para los más débiles, porque el dinero siempre se conseguía, y la existencia pura, en la que te encontrabas cara a cara con el peligro de muerte, había sido erradicada por completo. Esa era la idea que nos había proporcionado a todos una cultura en la que las mayores mediocridades, bien abrigadas y con el estómago lleno, aparecían por todas partes proclamando sus pensamientos baratos […]”.
“Tenía una oportunidad. Tenía que cortar con todo ese mundo cultural adulador, corrupto hasta la médula, en el que todo el mundo, cada mierda, estaba en venta, cortar toda relación con ese vacío mundo de la televisión y los periódicos, sentarme en un cuarto y ponerme a leer en serio, no literatura contemporánea, sino literatura de la más alta calidad, y luego escribir como si de ello dependiera mi vida”.
579
“La felicidad estalló dentro de mí. Duró un segundo, dos, tal vez tres. Luego llegó esa sombra que siempre seguía, esa cola oscura de la felicidad. […] Cuando tenía dieciséis años, enamorado, atravesando Dinamarca al amanecer un día de verano, nos dirigíamos a Nyköping, a un campamento de entrenamiento, todos los del autocar dormían, excepto el conductor y yo, sentado en el primer asiento. […] El paisaje llano, la salida del sol, la quietud, las personas dormidas, todo impregnado por una felicidad tan intensa que la seguía recordando veinticinco años después. Pero esa felicidad no iba acompañada de ninguna sombra, era pura, no adulterada, no falseada. Entonces tenía la vida por delante. Todo podía ocurrir. Todo era posible. Ya no era así. Habían sucedido muchas cosas y lo sucedido marcaba las premisas para lo que podría suceder”.
585
“Si a ti te da pena que haya desaparecido la acción, a mí me da pena que haya desaparecido el mundo. Lo físico del mundo. Sólo tenemos imágenes de él. Con eso nos relacionamos”.
594
“Una vida resulta fácil de entender, son pocos los factores que la deciden. En la mía había dos. Mi padre y el hecho de no haber pertenecido a ningún lugar”.
596
“Escribir una novela es ponerse una meta y luego caminar dormido hacia ella, había dicho Lawrence Durrell en una ocasión. Y era verdad, así era. No sólo tenemos acceso a nuestra propia vida, sino a casi todas las vidas que existen en nuestra civilización, no sólo tenemos acceso a nuestros propios recuerdos, sino a todos los recuerdos de esta jodida cultura, porque yo soy tú y tú eres todo el mundo, venimos de lo mismo, vamos a lo mismo, y por el camino todos oímos lo mismo en la radio, vemos lo mismo en la televisión, leemos lo mismo en los periódicos, y en nosotros está la misma fauna de rostros sonrientes de personas famosas. Aunque tú estés en un minúsculo cuarto, en una minúscula ciudad a miles de kilómetros de los centros del mundo, sin encontrarte con una sola persona, su infierno es tu infierno, su cielo tu cielo, sólo tienes que reventar ese globo que es el mundo y dejar que todo lo que hay en él se esparza por los lados”.
617
Knausgard: “¿Abrumado? No, más bien lo contrario. Esto es tan pequeño… No es nada. No me había dado cuenta antes. No es nada, y en un tiempo era todo”.
“Todos los lugares que yo guardaba en mi interior, que había visto en mi mente tantísimas veces en el transcurso de mi vida, pasaron por delante de la ventanilla, sin aura, completamente neutros, como eran de verdad. Rocas, una pequeña bahía, un ruinoso muelle flotante, un brazo de mar, algunas casas viejas, una llanura que bajaba hacia el agua. Eso era todo”.
628
“Si fuera a morirme ahora y sólo me quedaran unos segundos para pensar, tal vez minutos, antes de que todo hubiera acabado, pensaría justo lo contrario. Que no había llevado a cabo nada, que no había visto nada, que no había vivido nada. Quiero vivir. Pero, entonces, ¿por qué no vivo? ¿Por qué, cuando me meto en un avión o en un coche, me imagino que el avión se va a caer o el coche a chocar, y que en realidad no importa mucho? ¿Qué da igual si vivo o muero? Porque eso es lo que suelo pensar. La indiferencia es uno de los siete pecados capitales, en realidad el más grande de todos, porque es el único que peca contra la vida”.
629
“Algo está cambiando a mi alrededor. ¿Estaba sucediendo dentro de mí, de manera que ahora veía cosas que no había visto antes, o es que yo había puesto algo en marcha”.
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