“En tiempos de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”, decía el escritor británico George Orwell, autor de 1984, de Rebelión en la granja y de una extensa obra que abordaba el afán totalitario de los gobiernos y en sus técnicas para someter y engañar a la población. El escritor y periodista Cristopher Hitchens, británico también, recogió el guante de Orwell, al que nunca dejó de citar y admirar. Profundizó en sus ideas y extendió su vigencia a los acontecimientos actuales.
Hitchens nació en 1949 en Portsmouth (Reino Unido), y murió hace dos años en Houston, Texas, donde libró una cruel batalla contra un cáncer de esófago. Mantuvo hasta el final su humor ácido a pesar del 5% de diagnóstico que le dieron los médicos: “no es la probabilidad que yo hubiera elegido”. Decía que formaba parte de una “élite” con cáncer.
Se licenció en Filosofía, Ciencias Políticas y Economía. Su carrera como periodista y escritor estuvo siempre marcada por la polémica de sus posturas, muchas veces opuestas al discurso oficial. Sostuvo en varias ocasiones, por ejemplo, que el ex secretario de Estado Henry Kissinger, Premio Nobel de la Paz, debía ser procesado por crímenes contra la humanidad. Criticó con fundamentos la inmaculada figura de la Madre Teresa de Calcuta, del Papa Juan Pablo II, de Bill Clinton y de Fidel Castro; puso patas arriba las versiones oficiales sobre la Guerra de los Balcanes en los años ’90 y denunció diversas injusticias aunque le costara ir a contracorriente y ganarse enemigos por todos lados.
Pensamiento crítico
“La esencia de la mente independiente no radica en lo que piensa, sino en cómo piensa”, decía Hitchens en Cartas a un joven disidente. Con esta afirmación no pretendía justificar ni poner en un mismo plano todas las ideas, sino definir algunas insignias del pensamiento crítico: cuestionarse el porqué de las cosas, preguntarse por las causas, ir a la trastienda en lugar de quedarse en los resultados, comprobar los hechos, contrastar y no conformarse; someter por sistema los hechos y las ideas a este examen.
Este pensamiento crítico gana cada vez más vigencia ante los ataques que sufre a manos de algunos grupos de poder, de políticos de sistemas cada vez menos representativos y de “masas” que buscan seguridad con tal de no tener que someter a juicio sus creencias y pensar por sí mismas. Nos dejamos manipular en medio de una cultura obsesionada con la diversión y el entretenimiento, que impregna no sólo la cultura y el deporte, sino a la misma política también, convertida en reality show. Los medios de comunicación han convertido cualquier ocurrencia de un político en noticia. Quienes ejercieran de perros guardianes o de cuarto poder se han convertido así en correas de transmisión de los políticos, controlados a su vez por la banca, por diversos grupos de poder y empresariales que financian campañas políticas y que influyen en las subidas y las caídas de la bolsa como nunca antes, y que imponen sus directrices de recortes y privatizaciones “para controlar el déficit público”, como si nuestra crisis no fuera una gran deuda privada.
Las sesiones del congreso en muchos países se han convertido en bochornosos concursos de “y tú más”. Se extiende una sensación de desesperanza al ver en el poder a políticos tan alejados de las personas a las que dicen representar. Grandes medios de comunicación autodenominados independientes insisten en enviar a sus mal pagados becarios a cubrir ruedas de prensa de políticos que no admiten pregunta. Cada vez hay menos pluralidad en las tertulias de radio y televisión, donde los mismos siempre opinan a gritos sobre derecho internacional, sobre las declaraciones de un deportista, sobre las elecciones en Argentina o Venezuela o sobre cualquier tema que en determinado momento garantice altos niveles de audiencia.
Cartas a un joven disidente
El escritor británico escribió el ensayo que resume y define gran parte de su pensamiento en 2001, diez años antes de su muerte. Ha servido de guía para quienes se sienten extraños o ajenos, en el sentido de Albert Camus, a lo que pasa en este mundo: guerras, pobreza y todo tipo de injusticias en un ambiente de desasosiego. El título recuerda a Cartas a un joven poeta, de Rainer M. Rilke y se dirige por medio de cartas a futuras generaciones de radicales (que van a la raíz de los problemas), inconformistas y rebeldes.
Hitchens criticaba tanto los efectos de la industria del entretenimiento que todo lo impregna como las religiones institucionalizadas y discursos oficiales inspirados en técnicas sofistas. Un día defienden una idea y al día siguiente la contraria en función de los intereses. Alertaba el autor de los peligros del pensamiento crítico en ambientes donde resulta cada vez más difícil pensar por uno mismo, disentir, criticar. Aunque el irónico escritor y periodista conociera hasta cierto punto o sospechara del espionaje al que nos someten los gobiernos, dos años más de vida le habrían permitido presenciar la cacería de Julian Assange o de Edward Snowden. Gobiernos erigidos a sí mismos como campeones de la libertad y los derechos humanos nos espían, nos persiguen para controlarnos y se inventan amenazas terroristas para que les cedamos nuestra libertad en nombre de una supuesta seguridad. Esto contradice la libertad que pregonan y los derechos que esgrimen cuando atacan a los “gobiernos populistas”, como si ellos se comportaran de una manera muy distinta.
“Esperar una época propicia para disentir es esperar demasiado. La mayoría de la gente, la mayor parte del tiempo, prefiere buscar la aprobación de los demás o la seguridad. Aun así, en todos los períodos de la historia ha habido gente que se ha sentido al margen de alguna forma. No es exagerado decir que la humanidad tiene una gran deuda con esa gente”, sostenía Hitchens.
La lucha por la justicia no pude sacrificarse por “bienes supremos” como “la solidaridad de la tribu”, la tan manida “cohesión social” o “el orden” al que aludían los dictadores de ayer y al que hoy se refieren los llamados “mercados” para justificar el recorte de libertades, la arbitrariedad y los abusos. Ésa es una de las luchas del librepensador. Para ello necesita soportar la soledad muchas veces y, sobre todo, valentía, una “virtud menor” que nos permite ejercer el resto de virtudes.
A pesar de la soledad que supone elegir un camino propio y desmarcarse de “las masas”, no actuar es tomar partido. “Existe una obligación, si tu propio gobierno ha engañado para meterse en una guerra injusta, de oponerse a ella, de obstruirla y de ponerse del lado de las víctimas”. El autor recoge lo mejor de figuras como Martin Luther King, de Mandela y otras que han revolucionado la historia.
El lenguaje es el arma que utilizan los grupos de poder para someternos, pero también el que tenemos al alcance de nuestras manos para romper nuestras cadenas. La diferencia entre un revolucionario y un rebelde está en que el primero va a la raíz y busca un auténtico cambio. Al rebelde sólo le interesa que las cosas sigan igual para poder así continuar con su pataleta.
Hitchens defendía una visión cosmopolita del mundo, que se construye por medio de apertura. Para él, viajar es uno de los ingredientes principales, pues permite a descubrir que “la estupidez y la crueldad son iguales en todos lados, te das cuenta de que los elementos esenciales del humanismo están en todo el mundo también”. El autor también cargaba contra las distinciones de grupo a partir de una supuesta “raza” de una nación o de una religión.
“Me irrita especialmente cuando los racistas son acusados de discriminación. La capacidad de discriminar es una habilidad de gran valor; al considerar que todos los miembros de una raza son iguales, el racista demuestra incapacidad para discriminar”.
Carlos Miguélez Monroy
Periodista
Reportaje escrito para Cuaderno de Lluvia, donde se publicó originalmente
Twitter: @cmiguelez